Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 24 de febrero de 2011

268.- MANUEL MANTERO




Manuel Mantero

Nacido en Sevilla en 1930. Doctor en Derecho. Profesor de las Universidades de Sevilla y Madrid. En 1969 marchó a Estados Unidos. Actualmente es Distinguished Research Professor de la Universidad de Georgia, en donde ha tenido una Cátedra Especial de Poesía Española e Hispanoamericana hasta 2000, año de su jubilación.
Premio Nacional de Literatura, Premio Fastenrath de la R. Academia Española de la Lengua y Premio de la Crítica de Andalucía en dos ocasiones. Ha sido consultante de la Academia Sueca para los Premios Nobel de Literatura varios años. Medalla de Oro de la ciudad de Sevilla.
Entre sus libros de poesía figuran Tiempo del hombre (1960), La lámpara común (1962), Misa solemne (1966), Memorias de Deucalión (1982), Primavera del ser (2003) y Equipaje (2005). Ha publicado novelas (Antes muerto que mudado, 1990) y obras de crítica y ensayo (La poesía del Yo al Nosotros, 1971; Poetas españoles de posguerra, 1986), así como antologías de Jorge Guillén (1975) o de los Derechos Humanos en la poesía hispánica (1973). En el año 2004 se publicaron sus memorias (Había una ventana de colores), y entre 2007 y 2011 sus Obras completas, en cuatro volúmenes.    

                      


A NIEVES

               Letum non omnia finit.

                                 (Propercio)

Otra mañana. No otra, la primera:
¿quién se acostumbra a la felicidad?
Siempre hermosa te veo, con la edad
invulnerable de la vez primera.

Salimos al jardín. La primavera
rosa es de rosas, verde de verdad.
Yo el periódico leo, eternidad
degradada a noticia, a pasajera.

Paz en armas. Política. Blasón
del dólar. Béisbol. Modas. Religión
que a su infierno me arroja por quererte

humana y diosa… Un día, más fragante
despertará el jardín y yo, radiante,
te leeré la noticia de mi muerte.




     
             
PIÑATA

A ciegas quiero darle con el palo
al tesoro en su aire (los tesoros
verdaderos no están bajo la tierra),
entre empujones, gritos de los niños
que me orientan en falso y que se ríen
de mi inhabilidad. Como no veo,
huelo más y mejor, y bien distingo
cada azucena, cada rosa, cada
jazmín del arriate. Esquiva y fértil
isla flotando en el azul del cielo,
mía tienes que ser. Y mía eres.
Oigo el gemido de tu rompimiento
y sobre mí como bautismo cae
la lluvia de color de tus regalos.

Hoy aprendí, felicidad, que a ti
sólo se llega desde las tinieblas.
Desde el azar. Y desde lo que hiere.

            




GOETHE

Los genios, obra de los dioses,
¿acaso necesitan de su tiempo?

Mágicos son los ríos
si lo son los paisajes que reflejan.

Pero la magia de los mares
en ellos sólo está.









En lo alto

La ninfa ha despertado.
Desnuda, no me teme.
Cansada está de tanto andar en sueños.
La hierba la sostiene como a cáliz tendido.
Vierte la fuente un agua confiada
en donde beben los que duran.
Ciervos rondan, perdices sobrevuelan.

Digo en voz baja mi deseo
y ella: “No. Volverás a mí
cuando aprendas los gestos y palabras
de los dioses.

Vuelve
cuando hayas aprendido a contemplarme.
Ver es humano y contemplar, divino”.






LA QUEJA QUERIDA

Poeta. Es decir, náufrago que grita,
que quiere sacudirse la tristeza
de su isla desierta y exquisita,
cuando la muerte a rodearlo empieza.

Su queja, cada día, arroja escrita
al mar: botella verde, uña, corteza.
Cada día, iza al cielo una infinita
bandera roja que arde en la maleza.

Y si algún transatlántico de espanto
sorprende su mensaje de humo y llanto,
es inútil la búsqueda, el viaje.

La expedición arribará a la playa
y el poeta, en su cueva más salvaje,
esperará de nuevo a que se vaya.

Mínimas del ciprés y los labios, 1958.







CONDENACIÓN DEL POEMA

El poema mataba a la poesía
con su opresión,
su límite,
su forja.
Dentro del verso el aire se volvió
irrespirable como un cuervo muerto.

Tiré al suelo las sílabas,
sajé las aliteraciones,
desanduve la música,
olvidé las ideas en su sombra,
y una vez abolida la estructura,
salí fuera, miré a los árboles,
toqué la luz de la luna en el agua,
corté una flor,
le dije algo vital a una mujer.

Volví a mi casa,
me dispuse a escribir.
Mas ya escribir era traición.

Y traicioné.

Poemas exclusivos, 1972.








GENERACIÓN POÉTICA DEL 50 (O DEL 60)

Míos son vuestra edad, nación, idioma,
no vuestro tema. No os entiendo,
oh aburrida asamblea monocorde
a los pies de los ídolos abuelos.
Me indago
como una espina penetrando un cuerpo,
lloro en Dios porque lloro lo que borro,
excavo mitos y en sus atrios duermo,
mi muerte tiene forma esbelta de ángel
no sé si de la guarda o del tormento,
mi palabra se afirma entre mis manos
golpeada y vertical (Colón y el huevo)
y es mi poesía contingencia mágica,
moderno aroma, juventud del hueso.

Esta mañana, al levantarme,
en vosotros pensé. No os pertenezco.

Poemas exclusivos, 1972.









AL LECTOR

1

Las palabras son vírgenes difíciles,
y escribir es arder en sus desaires,
y más quererlas, y asediar a un sexo
adivinado entre su noche oscura,
y enloquecer, y suplicar, y ya
propicias ellas, las palabras, vienes
tú y tú las gozas. Tanto urdir y arder,
¿sólo valió para una dicha ajena?

2

Digo mi palabra y todos
entienden lo que yo digo.

Alguno, hasta entiende el canto
de mi pájaro de símbolos.

Pero nadie sabrá nunca
el vuelo, el árbol, el nido.

Fiesta, 1995.









ARTE POÉTICA

Tú no alabes a aquel que muestra
deshilachados o confusos
los hilos de oro de su filigrana
pues (dice) toda perfección requiere
su transgresión para que no fatigue, etc.

Tú escupe en su oro díscolo, no es oro
ni díscolo. Es nailon y torpeza.

Equipaje, 2005.






CARTA A UN POETA NUEVO

Oh apasionado adolescente, cuida
que tus palabras no lo digan todo,
y sirvan ellas de iluminación
porque les diste persistencia de astro,
no por quemarlas y quemarte en ellas.

Equipaje, 2005.








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